El proyecto de ley de reforma laboral propuesto por el gobierno de Javier Milei, en la mayoría de sus 182 artículos iniciales, representa una amenaza significativa para los trabajadores en Argentina. Desde una perspectiva técnica, el articulado de la ley busca flexibilizar las condiciones laborales, reduciendo la protección de los trabajadores y debilitando la negociación colectiva, imperante durante décadas.
Este proyecto pretendido por el Poder Ejecutivo constituye un serio retroceso en materia de derechos del trabajo y evidencia una concepción profundamente regresiva del vínculo laboral. Desde un punto de vista técnico-jurídico, el articulado propuesto desarma pilares centrales del derecho laboral argentino, cuya función histórica ha sido equilibrar una relación estructuralmente desigual entre empleador y trabajador.
Uno de los puntos más críticos es la eliminación de ciertas garantías que, históricamente, han protegido a los empleados frente a despidos arbitrarios. Advertimos así el debilitamiento de las garantías frente al despido, mediante mecanismos que reducen costos empresariales a expensas de la estabilidad laboral. Este enfoque contradice principios básicos consagrados en la Constitución Nacional, en la Ley de Contrato de Trabajo y en convenios de la OIT ratificados por Argentina, que reconocen al empleo como un derecho social.
La reforma también introduce medidas que flexibilizan, en forma encubierta, la jornada laboral, lo que podría derivar en jornadas excesivas sin una compensación adecuada, afectando inclusive la integridad que un descanso adecuado garantiza sobre salud del trabajador.
Asimismo, la reforma avanza sobre la negociación colectiva, restringiendo el rol de los sindicatos y promoviendo esquemas de individualización de las relaciones laborales. Desde una mirada técnica, esto no solo vulnera la libertad sindical, sino que fracciona la capacidad colectiva de los trabajadores para defender condiciones dignas, favoreciendo escenarios de precarización, salarios a la baja y mayor conflictividad. El único objetivo de ello es perseguir limitar el poder de las asociaciones sindicales, a través de la reducción de su capacidad de negociación y representación dentro de las empresas.
¿Y las empresas?
Lo que debemos dejar claro es que esta reforma tampoco beneficia al sector empresario. Los empresarios responsables en Argentina comprenden que la estabilidad y el crecimiento del mercado laboral se fundamentan en sindicatos fuertes y en la negociación colectiva. La colaboración entre empleadores y sindicatos es clave para garantizar condiciones justas y sostenibles, evitando conflictos que perjudiquen a ambas partes. Por lo tanto, la reforma, al debilitar esta sinergia, podría resultar contraproducente incluso para los propios empleadores.
La historia nos demuestra que los modelos de desarrollo más estables se apoyan en sindicatos sólidos y fuertes, con una negociación colectiva madura, que brinde reglas claras, previsibilidad; y, canales institucionales fluidos de resolución de conflictos. Debilitar a las organizaciones sindicales no genera más inversión ni empleo genuino, sino mayor incertidumbre y tensiones sociales.__IP__
Contrariamente al discurso oficial, lejos de modernizar el mundo del trabajo, la propuesta del gobierno reinstala lógicas superadas que ya fracasaron en el pasado. El articulado propuesto no amplía derechos ni fomenta el desarrollo, no moderniza, sino que consolida un esquema de ajuste que recae, una vez más, sobre la parte más vulnerable de la negociación colectiva.
Es fundamental mantener un equilibrio entre el derecho del trabajo y desarrollo económico, asegurando así un futuro más justo y sostenible para todos. #AgenciaNA

